Por la mañana el rocio,
a medio día calor,
por la tarde los mosquitos,
no quiero ser labrador.
Todo lo cría la tierra,
todo se lo come el sol,
todo lo puede el dinero,
todo lo vence el amor.
(Canción de segadores de la tierra de Castilla).
Todas las tartas que hago son un desafío, y en todas ellas pongo gran cariño e ilusión a la hora de crearlas. Pero hay algunas que sin saber bien por qué se hacen un poco especiales, y cuando las publico además de colgar las fotos me gusta escribir sobre la sensación que tuve cuando las hice. Eso es lo que me pasó con ésta. Por eso lleva tanto tiempo en su carpeta esperando salir a la luz del blog.
No sabía muy bien como presentarla y al final me decidí por empezar con la canción de segadores que tantas veces me recitó mi padre cuando era niña, pues esta tarta me lo recordaba. El también fué labrador en los tiempos en los que la siega se hacía a mano porque estas máquinas todavía no existian, y a pesar de lo duro que era entonces, amaba su profesión.
Aunque el ya lo ha olvidado casi todo... yo procuro no olvidar todo lo que me enseñó...
La tarta la hice a finales de julio, y fue el regalo de Sara a su novio Samuel que cumplió
años justo al terminar la temporada de cosecha de los cereales. Fué toda una sorpresa, después
de haber pasado largas horas subido en la cosechadora, ahora tendría que comérsela....
La tarta la hice a finales de julio, y fue el regalo de Sara a su novio Samuel que cumplió
años justo al terminar la temporada de cosecha de los cereales. Fué toda una sorpresa, después
de haber pasado largas horas subido en la cosechadora, ahora tendría que comérsela....